viernes, 5 de noviembre de 2010

Sobre la nueva ley antiobesidad

El día de ayer se aprobó en el senado la llamada ley antiobesidad. Dicha ley prohibe la venta y publicidad de productos chatarra en las escuelas; para conocer el contexto de la aprobación recomiendo la siguiente nota.
En relación a las declaraciones de Tamborell y Monreal, me llama mucho la atención la manera en que podemos encontrar todavía numerosos rescoldos en la política mexicana de una actitud paternalista y antiliberal (rasgos distinivos del estado mexicano posrevolucionario y del régimen priísta).
¿A qué me refiero?
En el contexto de la filosofía del inglés John Stuart Mill y de la tradición liberal clásica se reconoce al individuo como el único agente capaz de reconocer qué es aquello que más se adecúa a sus intereses y su bienestar, es decir, qué es lo mejor para él. De ahí que el la intervención del estado en el plano individual debe limitarse. En el lado opuesto del espectro, el paternalismo, presenta a un estado que no reconociendo la autodeterminación y el sano juicio de los individuos en la sociedad pretende ser como un padre que impone y sabe qué es lo mejor para sus hijos.
Hay que reconocer que Mill no es un liberal que plantee un estado mínimo, al contrario, reconoce en este un papel central para la educación formal de los ciudadanos.
Desde mi punto de vista los comentarios y la actitud de Tamborell y Monreal son paternalistas ya que no reconocen el rol primordial que tienen los padres de familia en la educación y alimentación de sus hijos, los problemas de obesidad no pueden combatirse con prohibiciones absurdas, ¿Acaso planteaban revisar las mochilas y perseguir a los niños para que no consuman dichos productos al interior de los planteles? El problema debe combatirse por medio de la educación, la formación de mejores hábitos alimenticios, el fomento del deporte y la actividad física (planos en los que debe intervenir el estado considerando los planteamientos de Mill).
Los hábitos alimenticios vienen del hogar, y si no confiamos en el sano juicio de los padres de familia hay que tratar de fomentarlo con otro tipo de medidas.
Aunque no ignoro la intervención y el enorme poder que las compañías de comida chatarra tuvieron en la decisión final, celebro la prohibición de venta al interior de planteles. Por otro lado podemos pensar que de alguna u otra manera el cambio per se, aunado a campañas eficaces puede generar cierta conciencia en los niños.

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