sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Cuál pluralismo y para qué?

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Respecto a la pregunta planteada anteriormente se desprende que el pluralismo por el cual se debe optar es aquel que se adecue de mejor manera a un modelo o ideal político, asimismo, un ideal que sea congruente con las tendencias de las sociedades modernas en el plano económico, político, social y filosófico. La posible y tentativa solución al pluralismo debe ser práctica desde mi punto de vista, asimismo debe “asegurar una sociedad estable y justa de ciudadanos libres e iguales”[1]; implícitamente debe impedir la última expresión de la política: la violencia.

Desde una perspectiva muy general y de acuerdo al tema tratado, las tendencias presentes en las sociedades modernas que encuentro son las siguientes: Aparente triunfo del capitalismo y el mercado como paradigmas “funcionales” e imperantes, también de la forma de organización social y política entendida como democracia liberal. Presencia de medios de comunicación e información en todas las esferas de la vida pública, que además se presentan como entidades de vasto poder capaces de ganar elecciones, de apoyar modelos y visiones, también de imponerlas. La presencia de clivajes políticos que resurgen bajo ciertas circunstancias y se ocultan en otras, así como una nueva composición social de muchos países a raíz de la inmigración, que involucra nuevas doctrinas comprensivas en un contexto de crisis y competencia económica.

Dentro del marco antes planteado propongo enunciar algunos de los puntos que me parecen relevantes de la teoría del liberalismo político de John Rawls, que desde mi punto de vista soluciona al menos de forma relativa el problema del pluralismo en sociedades de dichas características. Al margen de estos planteamientos complemento la visión aquí expuesta con una parte de la crítica Schmitteana que refiere a la crisis del parlamentarismo.

La teoría del liberalismo político nos habla de un pluralismo razonable; la sociedad está profundamente marcada por diferencias sustanciales que se suscriben como doctrinas comprensivas razonables y que en éstos términos compiten e interactúan en la arena política y el debate público. Dentro de todas las visiones comprensivas que refieren a visiones filosóficas, moralidad, religión, etc. Rawls busca encontrar una visión trascendente, en este sentido; qué es lo que tienen todas esas visiones en común. Lo que encuentra es que deseamos bienes: libertad, riqueza, bienestar, felicidad. En el


marco de la racionalidad siempre desearemos más de cada bien. Finalmente el arreglo institucional que mejor se adapta a dichas aspiraciones es el de una democracia liberal constitucional. Lo que me parece interesante de dicha visión es la posibilidad de encontrar un consenso traslapado de visiones comprensivas razonables, el hecho de que ciudadanos libres e iguales que difieren puedan encontrar consensos relativos a ciertos temas y posturas, consensos que pueden darse en una infinidad de dimensiones, cuando no en otras. Bajo la suscripción tácita de cada individuo al sistema constitucional se asegura con mayor probabilidad una competencia política, que también se expresa en lo social de forma pacífica; asimismo atiende a las partes potencialmente marginales.

Las instituciones propias de las democracias liberales aseguran una libre competencia. Dependiendo de la sociedad en la que nos encontremos observamos diferentes formas de crear mayorías, todas ellas relativas a la estructura social particular o al tamaño del consenso traslapado. Al margen de las instituciones formales encontramos también los medios de comunicación y las vías de información; que desde mi punto de vista han abierto y ampliado aún más el mercado de ideas y posicionamientos, por tanto son una fuente de competencia y de posible consenso que va de acuerdo con la visión Rawlsiana, donde nadie con una postura razonable queda excluido de entrada. En todo caso una minoría con visiones comprensivas puede accesar al mercado de ideas. Por último me parece importante el pluralismo político puesto que asegura la libertad para tener juicios y pensamientos en privado que pueden discernir hacia los demás, al tiempo que marca la pauta para expresarlos en la arena pública. Rescatando una de las tesis de Weber, no es posible hacer un todo con las diversas visiones sobre el mundo, de ahí la necesidad de que alguien tenga la ciencia como vocación.

Finalmente encuentro elementos en la crítica de Schmitt que me parecen relevantes para el contexto actual; el autor remarca el carácter igualitario más que plural de la democracia, lo cual la distancia del liberalismo que siempre remarca la individualidad. Los disensos que se pueden encontrar en la sociedad pueden llegar más lejos de lo que pudiera plantear Rawls, ya que es posible que generen enemigos dispuestos a luchar incluso hasta la muerte por imponerse. No es tan segura la convivencia entre personas diferentes, que con la presencia de clivajes étnicos por ejemplo se puede suponer la exclusión de ciertos grupos y el mantenimiento de otros, o la dictadura de la mayoría. Sin embargo, considero que tratándose de democracias liberales consolidadas el potencial de la violencia es bajo, ya que existen los canales


institucionales, el mercado y la información para generar consensos traslapados e influir en la toma de decisiones. Por último, respecto al para qué de dicho pluralismo es nuevamente para tener aseguradas libertades individuales; donde aún siendo minoría se vive en condiciones de igualdad política, en tanto que se suscribe al plano personal la decisión de entrar o no a la arena de lo público. Pueden existir individuos con visiones comprensivas que no deseen entrar y permanecer con dichas visiones y sin consenso en el plano privado, cuestión que sólo se asegura en democracias liberales.

Fuentes:

Rawls, John, Political liberalism, Nueva York: Columbia University Press, 1993.

Schmitt, Carl. Sobre el parlamentarismo. Madrid: Tecnos, 1996

Imagen extraída de: http://my.opera.com/paulchanseaud/blog/show.dml/1977789 (interesante)



[1] Mi posicionamiento inicial va de acuerdo al problema del liberalismo político enunciado por Rawls.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Sobre la nueva ley antiobesidad

El día de ayer se aprobó en el senado la llamada ley antiobesidad. Dicha ley prohibe la venta y publicidad de productos chatarra en las escuelas; para conocer el contexto de la aprobación recomiendo la siguiente nota.
En relación a las declaraciones de Tamborell y Monreal, me llama mucho la atención la manera en que podemos encontrar todavía numerosos rescoldos en la política mexicana de una actitud paternalista y antiliberal (rasgos distinivos del estado mexicano posrevolucionario y del régimen priísta).
¿A qué me refiero?
En el contexto de la filosofía del inglés John Stuart Mill y de la tradición liberal clásica se reconoce al individuo como el único agente capaz de reconocer qué es aquello que más se adecúa a sus intereses y su bienestar, es decir, qué es lo mejor para él. De ahí que el la intervención del estado en el plano individual debe limitarse. En el lado opuesto del espectro, el paternalismo, presenta a un estado que no reconociendo la autodeterminación y el sano juicio de los individuos en la sociedad pretende ser como un padre que impone y sabe qué es lo mejor para sus hijos.
Hay que reconocer que Mill no es un liberal que plantee un estado mínimo, al contrario, reconoce en este un papel central para la educación formal de los ciudadanos.
Desde mi punto de vista los comentarios y la actitud de Tamborell y Monreal son paternalistas ya que no reconocen el rol primordial que tienen los padres de familia en la educación y alimentación de sus hijos, los problemas de obesidad no pueden combatirse con prohibiciones absurdas, ¿Acaso planteaban revisar las mochilas y perseguir a los niños para que no consuman dichos productos al interior de los planteles? El problema debe combatirse por medio de la educación, la formación de mejores hábitos alimenticios, el fomento del deporte y la actividad física (planos en los que debe intervenir el estado considerando los planteamientos de Mill).
Los hábitos alimenticios vienen del hogar, y si no confiamos en el sano juicio de los padres de familia hay que tratar de fomentarlo con otro tipo de medidas.
Aunque no ignoro la intervención y el enorme poder que las compañías de comida chatarra tuvieron en la decisión final, celebro la prohibición de venta al interior de planteles. Por otro lado podemos pensar que de alguna u otra manera el cambio per se, aunado a campañas eficaces puede generar cierta conciencia en los niños.

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