El Siguiente artículo, pertenece a la segunda edición de la columna de un servidor en el periódico estudiantil del ITAM, el supuesto. La columna se llama Guasábara; proveniente del taíno y que significa lucha o batalla.
Vamos a tener fiesta con los ángeles
Por Luis Fernando Díaz
En esta edición tengo el inmenso placer de sugerir a un artista que ha cambiado mi concepción sobre lo que se puede hacer e incluso sobre lo que es deseable hacer siendo latinoamericano en el mundo del jazz, asimismo sobre las posibilidades de inclusión social y éxito asociado a la práctica de la música en general, sin dejar de lado la enorme inspiración que me brinda en el plano personal.
Este hombre es Edmar Castañeda, nació en la ciudad de Bogotá en 1978 y ha sacudido y conquistado a la ciudad de Nueva York, capital mundial del jazz, y al mundo entero al ritmo de su Arpa Llanera.
Al margen de la genialidad e inmenso virtuosismo, expresión y musicalidad que lo caracteriza, es un hombre que ha revolucionado el uso de su instrumento y gran cantidad de paradigmas en el contexto jazzístico.
El Arpa Llanera es un instrumento utilizado, literalmente y como su nombre lo indica, en los llanos de Colombia y Venezuela para acompañar un baile tradicional denominado Joropo. Tiene de
Pero, ¿Cómo puede ser esto posible? El padre de Edmar es músico y lo ha acompañado a lo largo de su formación, pero por otro lado fue su madre quien lo introdujo en el mundo del Joropo y las tradiciones folklóricas de Colombia. Asimismo a la edad de 16 años se fue a vivir a Nueva York con sus padres.
Esto tiene relevancia al momento de ver a Edmar sacudiendo esas cuerdas, ya que por un lado, utiliza el registro grave de su instrumento para emitir una línea de bajo con la mano izquierda (que como ya se ha expresado en este lugar es el depositario del groove en el jazz, en castellano, si no hay un buen bajo y una base rítmica marcada por la batería o percusión no se puede esperar nada de una banda). Por otro lado utiliza el registro agudo, tocado por la mano derecha, para improvisar (característica fundamental e intrínseca del jazz) y establecer una melodía.
La inmensidad de este monstruo de la música se expresa; al margen del excepcional sabor al momento de fusionar la rumba, el son cubano, elementos del flamenco y por supuesto del jazz panamericano, también en su expresión corporal y facial. Prueba de su majestuosidad simple y sencillamente es saber que ha compartido escenario y participado como líder en sus dos producciones, Cuarto de colores (2005) y Entre Cuerdas (2009), a lado de músicos como Paquito D’ Rivera, John Scofield, Dave Silliman y Andrea Tierra, entre otros. Asimismo, con Wynton Marsalis se presentó en la Ciudad de México y en el Festival Internacional Cervantino.
Lo que debe hacer cualquier músico latinoamericano interesado en el jazz es integrar su cultura y sus costumbres más profundas al género y a los elementos jazzísticos, después de todo nadie toca mejor el jazz tradicional que un afroamericano en Estados Unidos.
Asimismo el componente espiritual es clave en su música, Edmar afirma reverenciar a Dios en cada una de sus interpretaciones. A propósito de la fiesta con los ángeles, es algo que Edmar comenta en una excelente entrevista de la página de Internet de NPR Music hecha por David Shulman.
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Aquí un toque de su majestuosidad, pa' nutrir el alma y educarla:
